Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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miércoles, 26 de abril de 2017

Vigilando el sauzgatillo


Es uno de los vicios que frecuento, el del orden natural sub especie jardines, árboles, plantas.... que en este caso lleva a otro, inconfesable. Aproximadamente a mitad de camino entre el Palacio de Velázquez y la Rosaleda, en el Retiro, después de haber dejado atrás el Palacio de Cristal, se erige un sauzgatillo, que es un árbol/arbusto frecuente en algunos lugares de la costa mediterránea, de desarrollo tardío y de floración aun más tardía, a finales del verano, como casi todos los que andan con fruto sazonado en otoño, desde los nogales hasta el cobre del árbol de Júpiter. Hace un par de meses fui expresamente a hablar con él: era unas ramas negruzcas y esqueléticas que contrastaban con la floración en los troncos de los querquis silicastrum o árboles del amor (tiene uno gigantesco cerca), a ese momento corresponden algunas fotos. He vuelto un par de veces más; en esta ocasión, ayer, ya habían despertado sus manos (las hojas se disponen como una palma de la mano abierta) y su tronco leñoso y viejo parecía cobrar vida con retoños al pie. Pero aun es tarde para, en secreto, recoger algunas hojas. Otras fotos se refieren a ese momento.


Las hojas es el problema, pues la flor, tardía, como se dijo, y olorosa, no alcanza la fragancia de las lilas, a las que se parece, en su espigamiento. Y las hojas son un problema porque, según la tradición –tengo que ver lo que dice Font Quer– ora encienden el apetito sexual ora lo contienen, depende mucho de la época histórica a la que vayas, pues cumplía esa tarea en los cenobios medievales y en el lecho de las matronas griegas, pero también se emplea por curanderos para los recién casados reacios o timoratos para cumplir con el débito matrimonial, por lo menos durante el siglo que se fue.


Lo que voy a hacer va ser recoger algunas hojas y experimentar con ellas –hablo siempre de ratones ajenos, eh–. Y lo contaré.
Y en el mientras tanto ya veo que ha empezado, tímidamente, a decir aquí estoy yo. Por lo pronto, ayer, había una pareja prácticamente al lado, que no me permitió hacer fotos con tranquilidad. Un indicio es.



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