Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 4 de enero de 2016

Hacia Gulangyu

[Durante varios días este artilugio no ha funcionado, de manera que he debido ir guardando algunas entradas, que publicaré por su orden, hasta encontrar la oportunidad de hacerlo, acoplándome a las técnicas que me exige, ahora, la nueva geografía]


El rapsoda se ha ido de viaje, con lo que ya no se sabe si es el rapsoda o el viajero. Qué perturbacion. Al sonar los trallazos del cambio de año, en el sitió donde le alcanzó el percance, el viajero relativizó todo, porque le habían mareado con las horas y los países, de Europa a Oriente Medio, al sobrevolar la India, reposar en Hongkong y terminar viendo la isla de Gulangyu, su destino esta vez, a veinte minutos del ferry que sale de Xiamen o, dicho de modo histórico, un posible alto en el camino del galeón de Acapulco, que llegaba al Salvador, es decir, a las islas Filipinas, desde finales del siglo XVI hasta 1815. Lo relativizó porque vaya usted a saber a qué pueblo de qué país se refirirían las campanadas que oí en una televisión de una calle de Xiamen, celebrando el año nuevo.

aeropuerto de Dubai

No todo es historia, pues durante el último tramo de dos horas largas de avión, desde Hongkong a Xiamen, los dos adustos varones orientales que se sentaron a mi lado no hablaban más que inglés deformado. Cuando la azafata –que los distinguía perfectamente– les entregó, como a mí, los papeles de aduana, supe que eran filipinos, y no adustos, sino quizá tímidos en el contexto chino. Hablé un poco con ellos, pero solo en inglés; no me atreví a más. 

 Lo de las gentes que vienen y van es un cantar largo, con el que se podrían escribir libros enteros, porque lo que más atrae o excita la curiosidad es, sin duda, la gente, por lo menos cuando todavía no se ha moldeado con uniforme mercantil, moda americana y prurito burgués europeo. Así eran otros dos varones del trayecto Madrid-Dubai, barbudos, hoscos, rurales quizá, degradados por algún punto que no sabría decir. No sé lo que hablaban entre ellos. 
Pude conversar un poco con el que llevaba al lado: venían de Logroño, habían embarcado en Madrid e iban a parar en Dubai, en donde cogerían otro vuelo para Pakistán, que les llevaría a un aeropuerto, desde el que seguirían hasta sabe dios qué, pues tampoco me atreví a ahondar en el esbozo de la "crisis" que me habían insinuado; eran paquistaníes que llevaban tres años en La Rioja y volvían al lugar familiar.
El avión de Dubai iba lleno de españoles, entre los cuales se hacían notar un grupo de cuatro jóvenes que, entendí, seguían ¡hasta Australia!; y otra graciosa tropilla de argentinas que allí hacían escala para continuar hasta Vietnam. Yo los hubiera mezclado, por mitades; pero son manías intervencionistas mías, que me conozco, y que sé que me tengo que reprimir. No me reprimí para decirle al sobrecargo que cómo era que un avión que sale de Madrid avise y hable solo en árabe e inglés; la mitad de la gente no iba a entender. El sobrecargo de la compañía (Qatar), un árabe joven, me sorprendió gratamente traduciendo durante todo el vuelo los avisos y mensajes a un correctísimo español. Me guiñó el ojo y yo le levanté el pulgar. 
Aeropuerto de Hogkong
Pero la guinda la puso mi compañera del viaje Dubai Hongkong, que llegó tarde, cuando yo ya pensaba que iba a poder dormirme en el doble asiento. Pegamos la hebra con facilidad. Había salido de Israel, hizo escalas en Grecia y en Dubai, me acompañaría a Hongkong, viendo películas violentas sin parar, y aun luego, me comentó cuando hicimos migas, pensaba coger un TGV hacia Ganzhou (Cantón), lugar en el que yo ya le perdería la pista.
Entiéndase que no puedo contar todo. Mañana sigo.


Vayan las ilustraciones encabezadas por esa catarata de hojas secas del Retiro de Madrid, arranque de la derrota, y unas cuantas de la procesión comercial de los aeropuertos, de los que habrá que hablar. En Dubai, me dijeron, se estaba quemando el edificio más alto del mundo; vaya. Y no funcionaban los enchufes para cargar los aparatos, que la gente lleva ahora a pares. Sin embargo, en Hongkong había enchufes y conexiones para dar y tomar; estaba todo, me parece, mejor organizado, y además, la compañía Ocean Pacific permite que las rodillas no se claven en el respaldo del asiento delantero. Eso sí, todos nos dieron diversas formas de plástico para comer, cenar o mantenernos quietos, porque éramos muchos, cada vez más, y parecíamos dóciles, pero no se podían arriesgar. Para docilidad, la china, que viene de muchas circunstancias; con una imagen que lo ilustra termino la página: la de las tremendas colas de gente que espera coger un taxi en el aeropuerto de Xiamen: 52 minutos tardé, y la cola seguía detrás....


No hay comentarios:

Publicar un comentario