Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 24 de septiembre de 2015

Carl André


Entre el Reina Sofía (edificio Sabatini) y el Palacio de Velázquez (en el Retiro), de Madrid, se reparte la exposición de Carl Andre (1935), el artista norteamericano que, lanzado por los movimientos de vanguardia, ha invadido muchos de los campos expresivos del arte tradicional, para intentar despojarlos de hojarasca y dejarlos reducidos a un objetivismo tan simple como feroz: ladrillos, metales, vigas de madera, objetos "tirados" por el suelo, mosaicos, etc. Curiosamente la reducción se opera, como se ve, sobre los materiales, pero enriquece como contrapartida la disposición y, en el caso de esta exposición, recibe una desproporcionada carga semántica del lugar, por ejemplo del blanco, amplio, hermoso y vacío Palacio de Velázquez, en donde el metal, la madera, el barro y el mosaico recuperan algo más que las intenciones minimalistas de este artista y, a lo mejor muy a su pesar, hasta producen la emoción de la belleza. Desde luego que de la belleza en su sentido tradicional.


El final de una de las ventoleras artísticas de Carl André puede ser una escombrera; y el final de su quehacer literario (ha escrito centenares de poemas) un diccionario con las palabras descolocadas. Ahora bien, la mayoría de lo que se expone tiene su tempo, es decir, se ha dispuesto en razón de elementos básicos de la disposición: horizontalidad, distancia, verticalidad, principios geométricos, etc. entre los cuales vale también, como demuestra una de sus creaciones, el azar, que puede dejar que los objetos se dispongan de cualquier manera, como si hubieran sido arrojados.

 



Parece que al autor le traiciona un escondido principio de la armonía, lo mismo que a los defensores del verso libre, que quizá sin percibirlo, engrosan otros procedimientos rítmicos no tan evidentes como los del verso tradicional (por ejemplo, los elementos anafóricos). Se desnuda aquí al arte tradicional para encontrar los elementos "mínimos" con los que parece haberse elaborado; pero se disponen de manera tan medida, y en un marco tan especial, que no parece sino que contradicen la reducción anterior.


Y uno sale luego, frente al lago del palacio de cristal, donde beben los cipreses de los pantanos y se vuelve a mirar la hermosa fachada del Palacio de Velázquez, que ha regalado al artista norteamericano la belleza de sus proporciones clásicas. Como cuando el poeta de vanguardia recoge sus versos rotos, los imprime en papel exquisito y busca una encuadernación clásica que los convierta en libro regalado.

3 comentarios:

  1. Wou!Lo primero que hice fue mirar las fotos y las obras de arte no me suscitaron gran interés. Después leí el texto y volví a las fotos por si acaso no las había contemplado lo suficiente. Pero no, y volví al texto y así una vez más. Al final concluí que es el texto lo que me gusta.

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  2. Gracias, anónimo. Había un par de erratas, que ya he corregido.

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  3. Pues no me di cuenta de las erratas. Perdón por mi brutalidad.

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