Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 26 de junio de 2013

La batalla de los alejandrinos (II) y "Las hojas verdes" de Juan Ramón


Habíamos iniciado la batalla hace unos días, desde el atalaya de Antonio Machado, cuyas primeras ediciones –lo recuerdo brevemente– son de 1903 (Soledades), 1907 (Soledades, galerías y otros poemas), 1912 (la primera edición de Campos de Castilla).... Y en aquel bosque poético íbamos a distinguir las voces de Rubén Darío, desde luego, de Unamuno (1907, Poesías) y del infatigable Juan Ramón, cuya Melancolía (en la primera de las entradas sobre este tema) libro era de solo alejandrinos. Allí había enviado el moguereño lo nuevo, porque con varios libros y papeles en el telar, reunía los poemas de otras formas métricas en Las hojas verdes (1909), y en Baladas de primavera (1910), al menos, casi todos redactados en Moguer o con el corazón en Moguer. Así es, desde luego, porque JRJ ordenaba a la vieja usanza de nuestros clásicos, aunque  no lo dijera, por formas métricas. Y las poesías con formas métricas variadas iban a parar a Las hojas verdes, en tanto utilizaba Baladas de primavera como curiosa probeta de ensayos; ya lo veremos. Y sobre todo ya lo dirá andando el tiempo Tibisay –una de mis alumnas dilectas–, que tiene la misión de analizar en su tesis doctoral las formas métricas de JRJ, y desde esa vertiente elevarse a mayores empresas, a partir de todo este juego de pistas, pocas veces analizadas, si alguna, sistemáticamente.

Moguer
Lo que resumo es del total de Las hojas verdes (ed. de Taurus, 1982, vol. 5 de la ed. del Centenario, a cargo de Jorge Urrutia).
Como cajón variado allí se encuentran unos cuantos poemas en octosílabos, de carácter romancil, con algunas variantes de poca monta, a veces agrupados en cuartetas (I, XI, XVII), o coplas e a ocho, otra vez quebrados por tetrasílabos (XIII), incluso con estribillo (V). Las coplas o coplillas pueden ser también de hexasílabos (III) y de pentasílabos (IX), es decir, que son siempre estrofas de ocho versos. Por dos veces se escribe en decasílabos y ambas con el ritmo litúrgico (3.6.9) que habían puesto de moda los regionalistas y algunos modernistas (VI, XIX: La arboleda entreabria su fronda...) Los endecasílabos, también frecuentes, se agrupan en serventesios (II, XII), se casan con los tetrasílabos (XX: Me lleno de rosales y no puedo / florecer....); y hasta nos dejan un curioso soneto escondido y asonantado, sin sangrías ni distribución estrófica, el VIII, "Jardín de octubre". Restos del vocerío modernistas parecen una composición de dodecasílabos quebrados por hexasílabos  (IV: Claridad de oro que estás en mi vida. /  no te enturbies nunca....) y, quizá, la única composición que aparece en eneasílabos (la XV: Tengo un libro de Francis Jammes....), en donde resulta evidente el modelo francés, desde luego, del poeta francés pastoril; aunque otra hay (la VII), en la que los eneasílabos quiebran a dos: Este dolor me lo he buscado / yo, / entre mis rosas lo tendria? / no!....

casa museo de JRJ en Moguer
El alejandrino o verso de 14 sílabas aparece, por tanto en cuatro poesías: en la XIV (Crepúsculo en el agua) agrupando los doce versos en tres cuartetos, todos absolutamente clásicos (con cesura hemistiquial después del acento en sexta y con ritmo par (2.4.6) en 17 de sus heptasílabos resultantes; y melódico (3.6) en los siete restantes; recuerdo que el melódico fue el puesto de moda por la sonatina de Rubén Darío, que en su forma plena (melódico + melódico) solo se utiliza ahora para cerrar el poema:  dora el canto del grillo / y la flor de la pradera. El único alejandrino que se descarría hacia algún tipo de juego es el octavo, en donde el ritmo del final del primer hemistiquio (por cierto melódico pleno: 1.3.6, evítese la sinalefa, por tanto en te-ahiere palabra teóricamente vacía de acento (ra)triste agua para los / verdores de la orilla.

calle de Moguer, con la "giraldilla" parroquial al fondo
Los tres poemas que más nos interesan son los alejandrinos clásicos (XIV), los que proceden de una trasposición, muy famosa, de un fragmento en prosa de Cervantes (el XVI), y el que se presenta quebrado por heptasílabos (XVIII). Queda fuera de todo cómputo el X, "Aire de bandolina", que analizaré más abajo, puesto que es el que lleva el ritmo esencial de las Baladas de primavera, como ya sugiere el título.
Los alejandrinos del poema XVI derivan de la acomodación de la preciosa prosa poética de Cervantes a este paradigma versal. Son mayormente clásicos en su forma (excepto el 4º verso: alegre y triste de / canciones y banderas), aunque admiten tímidamente el ritmo melódico: y aun pendón largo y negro / que besaba las olas. 
En cuanto a los que quiebran a siete en el poema Septiembre, el XVIII, tampoco hay mayores sorpresas en la construcción de los versos, que admiten (tanto los de siete como los alejandrinos) sin esfuerzo el ritmo melódico: regalaste a mis sienes.

Llegamos finalmente al X en donde, dice JRJ a través del título, suena un "aire de Bandolín". Y tanto. No hace falta que se ensaye el análisis métrico-silábico, realmente lo que JRJ intenta es un ritmo compuesto, es decir, una serie rítmica, con base inicial en esta estructura rítmica: –  – –  ^ , que se puede dar silábicamente con variantes que no afectan a ese ritmo esencial, con cesura hemistiquial y, por lo general, final con esta otra estructura rítmica:  – ^ – – – ^–, a su vez asentada en distintas posibilidades silábicas. He aquí el análisis completo de la primera estrofa:

–––^– / –^–––^–     Ay, primavera, por qué no has verdecido
–––^– / ^––– ^        el amarillo rosal de mi balcón
–––^/ – ^––– ^–      mi corazón sin flores ha perdido
–––^/ ^––– ^           todo su bien.... Ay! pobre corazón

Será el ritmo peculiar de las Baladas de primavera, más allá de lo que había experimentado, felizmente, Rubén Darío.
Seguiremos con lo que entonces se elabora en el taller poético de Unamuno y A. Machado.


2 comentarios:

  1. Hola Pablo, el otro día en tu primar artículo sobre la batalla de los alejandrinos hablabas de Zenobia, un personaje que siempre me ha parecido interesante, y su estatua en Moguer. Me llamaron mucho la atención, la estatua, la maleta y tus interrogantes. Parece ser que es un homenaje a la siempre viajera Zenobia, con Juan Ramón, y a su “último viaje” a Moguer.
    Estupendas tus entradas, como siempre.

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  2. Sí, Mercedes, yo también pensé en viajes, pero no me pareció razón suficiente o la más señalada de su biografía, como dices tú, digna de respeto y estudio.

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