Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 18 de mayo de 2013

Males y bienes de la Biblioteca Nacional de España



La BNE es uno de los grandes tesoros de nuestro patrimonio cultural, no cabe ninguna duda, por lo que España fue, atesoró y guardó. No voy a exponer a estas alturas lo que significan esos depósitos bien conservados en el gran edificio de Recoletos, ni voy a referirme a detalles de su funcionamiento, personal, etc. Quisiera mantener un cierto tono general, al abrigo de cotilleos e incidencias y circunstancias; y he de hacerlo casi obligadamente con un cierto tónico crítico, no sé si constructivo o no, porque en estos momentos la crítica del ciudadano normal alcanza muy pocas veces, si alguna, el lugar donde se “construye”, el olimpo donde los dioses se reparten gajes y dineros en una falsa democracia de cartón piedra. Y así empiezo porque los dos o tres argumentos que siguen, expuestos en la propia BNE, a veces a personas con responsabilidad interna, solo reciben un encogimiento de hombros que remite a mayores, es decir, al olimpo del que antes hablábamos, adonde los mortales no llegamos y nuestras quejas se pierden.

Como asiduo activo de la BNE me voy a referir muy brevemente a tres cuestiones de fondo; y no son las tres de solución económica.


Sí lo es la primera. La hemeroteca de la BNE ha puesto a disposición de los usuarios –¡de todo el mundo y desde su casa, si quieren!– la mayor colección de revistas y periódicos digitalizados en lengua española, desde el siglo XVII a la actualidad.  Podemos leer en nuestra pantalla números de la Gaceta de Madrid, El Semanario Pintoresco, La Ilustración Española, La Pluma...., cualquier número de cualquier año. La herramienta para el conocimiento e investigación de nuestra historia –cultural, científica, política, etc.– no tiene parangón en nuestra lengua con lo que nos ofrece esa digitalización. Ahí está.


En la espléndida, agradable y funcional sala donde se ubica la hemeroteca hubo, hasta hace poco, como en todas las hemerotecas que se precien, una batería de revistas de acceso directo, con su sistema de almacenamiento de las más recientes, en donde, por ejemplo, el historiador o el filólogo encontraba buena parte de lo que en ese campo se publicaba en todo el mundo. No alcanzaba la riqueza de las de Harvard (Widener) París o Londres y otros santuarios; pero era digna y –quizá– suficiente para mantener el nivel de calidad de la Hemeroteca que, añadido al fondo histórico digitalizado, convertía a la BNE en un centro de investigación internacional insustituible.
Sin embargo –empiezan las adversativas– desde hace unos meses, yo no sé desde cuándo exactamente, de aquellos anaqueles de acceso directo han desaparecido las mejores revistas francesas, alemanas, italianas, americanas....., lo cual quiere decir que se han perdido también –lo he preguntado– las suscripciones. Daño tremendo para el conjunto de la BNE, como centro de investigación, al que se podía acudir con la completa seguridad de que no había sitio mejor para trabajar sobre el mundo hispánico y, a veces, sobre aspectos históricos del italiano, americano, centroeropeo, etc. En estos momentos la Hemeroteca de la BNE camina hacia la sala de periódicos de un buen Ateneo provinciano.

La segunda cuestión va de horarios. Se van a volver a reducir con la llegada del verano, pero creo que excesivamente y con poca fortuna; es más, pese a lo que me han explicado, creo que  nunca había sufrido la BNE una reducción de horarios tan drástica. Supongo que habrán predominado las razones económicas sobre las de consulta y trabajo, ya que cerrar a las 18 horas: echar al lector de julio y agosto a las calles de Madrid a esa hora quita mucho lienzo al investigador, y sobre todo quizá aliciente al que de fuera viene, precisamente durante ese tiempo, a agotar la jornada, como se suele hacer en las grandes bibliotecas nacionales de todo el mundo, que abren –por lo general– hasta mucho más tarde. La meditación sobre los horarios de las salas tiene muchos más recovecos.

Y la tercera, emparentada quizá con las dos anteriores, no tiene tanto carácter económico como de política de la propia BNE, de política activa y no de inercia y seguimiento. Durante el periodo no vacacional sobre todo las salas de investigación (información bibliográfica, la hemeroteca, la Barbieri, la propia sala Cervantes....) aparecen semi vacías. Siempre me llamó la atención ese vacío en contraste, por ejemplo, al tumulto de lectores e investigadores de la BL o de la BN de París (cuya sala Richelieu, sin embargo, no es un modelo de buena gestión, sino al contrario). Lateralmente expresa la escasa capacidad de investigación en humanidades de escuelas y universidades, de lo que no voy a decir nada ahora, creo que es batalla perdida; pero también significa –y eso sí que me concierne y preocupa– la falta de interés hacia aquellos que habrían de ser los que trabajasen con aquel inmenso material que allí se atesora: la BNE es el lugar natural de aprendizaje de los filólogos, historiadores de la lengua y de la cultura, y comparte con archivos y otros centros documentales esa propiedad en el caso de otras muchas ramas de las humanidades. Para que así sea, sin embargo, quienes se están formando en esas disciplinas tienen que saber lo que allí hay, cómo se organiza y cómo se trabaja con ello. Facultades, departamentos, profesores deberían de incluir en sus programas la iniciación gradual en ese conocimniento, es cierto; pero la BNE debería desarrollar una política activa hacia ese tipo de estudioso e investigador, para atraerle, ayudarle y facilitarle que los millones de impresos o los miles de manuscritos –por ejemplo– no sean, y cada vez más, un montón de papeles que nadie nunca verá.


El movimiento general de la BNE es en sentido contrario: desde hace años está dando prioridad a la gestión cultural (exposiciones, conciertos, conferencias, muestras....) y lo está haciendo, por cierto, muy bien; pero no debe de ser actividad excluyente. La política activa puede empezar por gestos pequeños: alumnos de filología, historia, música, arte.... recibidos con campanillas y no con trabas, verbo y gracia. Son los que allí van a poder trabajar plenamente.

Y de ese modo el vaciado de salas, pasillos y depósitos no tentará al político de turno para convertir la sede en Ministerio Asuntos Financieros y Modos de Expoliación del Ciudadano, mientras que la decena de viejos investigadores que hayan sobrevido toman el tren para consultar los fondos de lo que fue la BNE depositados en Navaconejos del Cid, en una remota provincia a la que llega el AVE.




1 comentario:

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