Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 3 de noviembre de 2012

Los versos de los clásicos

Estoy leyendo a los clásicos –volveré a dar clases con sus versos en breve– y también a los exégetas gongorinos (Nadine Ly, A. Carreira, Laura Dolfi, Mercedes Blanco, Amelia de Paz....), perspicaces, entusiastas, muy suyos, que tanto ayudan a mejor comprender, primero, y a tanto disfrutar, después. Admirables colegas, a quienes respeto profundamente, claro.
Es inevitable en ese contexto que a uno le llegue la gracia de los clásicos, que en modo alguno quiero ni reponer ni imitar, dios me libre, tan encumbrados, lejanos y vivos al mismo tiempo; y la gracia está muchas veces en algo que no se encuentra exactamente entre los haceres poéticos de hoy, tal la maleabilidad de la lengua, el ritmo del verso aliado al vuelo del verbo, el hallazgo de la rima al final de una cadencia, cuando nadie lo esperaba, ¡cuántas cosas en los clásicos! 



A veces me pregunto si también miro "mi" parque como ellos su jardín, si alcanzo a sentir mi contagio amoroso como ellos su pasión, si hablo del tiempo con su modo de sentirlo, y así sucesivamente. Cada uno tenía su manera. Quevedo era incapaz de ver todo lo que le rodeaba si no era a través de las palabras; y todo lo que sabía, entendía y creía parece conseguirlo a través de la lengua: a veces a través de los modismos y coloquialismos, a veces a través de los versos. Góngora era quien mejor veía, entendía, pensaba a través de la poesía. En algún momento llega uno a darse cuenta de que el mundo ideológico de Quevedo es el universo de la lengua, y que el mundo ideológico de Góngora es el de la poesía. No es que estuvieran ciegos para el arte, la naturaleza, la política, la sociedad, el universo, la religión, el tiempo.... es que eso les llegaba y lo trasmitían a través del lenguaje o de la poesía.

Vamos a un interludio ajardinado.




Y estas ahora que el primer invierno
de cuantas esparcidas en el barro
hojas de luz de forma y de colores
con el tiempo caídas se olvidaron;

y estas que desprendidas con el viento
las ramas del Retiro desnudaron
flores, cuantas trenzadas dispusieron
el iris que llegó con el verano;

y esta que tanto si se queja y dice
por copas de los árboles cegados
costumbre con que pasa los otoños
costumbre con que el tiempo se ha pasado,

este que con la vida a cuestas sigue
tiempo mientras y cuando terminado. 



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