Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 28 de enero de 2012

Dulces y alcachofas


Siempre tuvieron las plazas y los alrededores de los mercados un sabor peculiar; de hecho, en muchos lugares de la Península el mercado se llamaba "la plaza", y antes se decía "voy a la plaza" por 'voy a la compra'. 
Callejeando por Pisa he atravesado varias veces la "plaza" y los andurriales, he husmeado los puestos de fruta y verdura, he visto los escaparates de las tiendas y observado los mostradores de carnicerías y pollerías. Todo el barrio, entre el Palacio Garibaldi y el Palacio Agostini, parece ser lugar de puestos del mercado; de hecho, las mayores fruterías y verdulerías quedan abiertas hasta muy tarde, ya noche cerrada, cuando la plaza se ha vaciado y limpiado. 

El viajero, a quien le ha dicho hace tiempo que sea moderado con el azúcar, se para a contemplar dulces y pastelerías (Pisanine di San Ranieri, Buccellato, Panforto....) Y luego se queda ensimismado ante la variedad de alcachofas y las diferentes verduras, algunas de las cuales conoce, desde luego, pero revisten formas (¿y sabores?) caprichosos, como las tres modalidades de achicoria para ensaladas. 
Espero que alguna buena cocinera me explique cómo se guisan –y si diferentes– esas alcachofas largas o las elegantes o las moradas...., que parecen ser verduras normales y corrientes en estas tierras. El tema de las alcachofas –de las que hay una receta en este blog–, ya fue motivo de profunda meditación a propósito de Roma y su barrio judío, y recuerdo todavía los puestos de alcachofas flotando en cubetas de agua en Venecia. A ver si en las librerías de viejo de Lucca me encuentro algún libro de recetas como dios manda; o quizá le pido a Natalie –que ha traducido a Nola al francés, también dimos noticia en este blog– que me busque un recetario con solera. 
Las he comido ávidamente hoy en el limpio comedor de la Escuela Normal, eran las de siempre, hervidas y luego aderezadas con aceite y vinagre; pero Valentina, que comía a mi lado, me ha comentado por encima que es usual comerlas crudas, bien peladas, desde luego. Así las recuerdo yo, hace tiempo, en Bretagne, las enormes alcachofas cuyas hojas mojábamos en una vinagreta y mordíamos.
Es muy rico el tema de las alcachofas, parece. Y se reitera.






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