Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 18 de junio de 2011

La Biblioteca Menéndez Pelayo, en Santander –– Tamarindos domados

Tamarindos

Portada del ms. 108 de la BMPS
Allí he estado, en un viaje rápido, con el tiempo justo para pedir unos cuantos manuscritos, para disfrutar de la hospitalidad de las dos personas que allí me atendieron y de sus técnicos –gracias, Rosa y Andrés–, enterarme de cómo se están digitalizando sus mejores fondos, que son muchos.... En una de las fotos me muestran, 
precisamente, una de las últimas digitalizaciones de Patrimonio Nacional, un incunable de Policiano (Florencia, 1482; está recogido en el catálogo de Julián Martín Abad, naturalmente).


Dediqué la mayor parte de mi tiempo al famoso manuscrito 108 (va la portada), al que consagraré una breve entrada y, luego, un artículo sesudo, cuando contraste algunos datos más de los que me he traído. El manuscrito 108 de la BMPS contiene cuatro o cinco parcelas muy especiales de la obra no impresa de Quevedo: su comedia Cómo ha de ser el privado, la versión de los epigramas de Marcial, una antología de procacidades y la sarta de improperios poéticos que se cruzó con Góngora, sustancialmente. Últimamente se ha venido diciendo que buena parte del manuscrito son atribuciones falsas. Ya lo veremos. 


Sí que me llamó la atención el absoluto vacío de esa institución, una de las más prestigiosas en el panorama cultural histórico de nuestro país. Y sobre eso hablamos, también.
sala de lectores de la BMPS
Santander, ciudad privilegiada, se portó como lo que es, una bellísima ciudad del Cantábrico, en la que uno ve cada día los mejores colores de tierra, mar y cielo, según los caprichos del tiempo. En varios momentos abrió los cielos para iluminar todo y para que la colonia de de ingleses –muchos llegan directamente en barco–, paseantes y devotos nos diéramos un baño en ese mar increíblemente acogedor, que juega en sus continuas playas doradas y limpias: Sardinero, Peligros, Magdalena...., el mejor colchón para los veranos. El rapsoda se tomaba los cafés mirando mar y playa, y le costaba volver a Madrid. Antes de hacerlo, fui a ver a los indignados de la plaza Porticada –lo dejé en entrada anterior–, y consolé a los tamarindos que aquí andan mucho más domesticados, para que se integren por las malas en el paisaje,  para que sirvan de capitel y volutas en un pedestal de columnas de cemento. 


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