Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 23 de mayo de 2011

Socialismo en La Torre de Juan Abad

He visitado varias veces –desde luego– La Torre de Juan Abad, un pueblecito entre andaluz y manchego con una iglesia enorme, en la que se sentaba Francisco de Quevedo, cuando allí estaba para seguir los oficios religiosos, y se sentaba en lugar preferente, porque era "señor" de esa villa, más o menos desde 1620. El señorío no solo era un título de nobleza, humilde, si se quiere, sino que conllevaba prebendas, derechos, ganancias: el señor nombraba los alcaldes, arrendaba la carnicería, la escribanía, el molino, el monopolio de la sal –si lo había–, y vendía los propios, arrendaba la panadería, etc. La mano del rey no llegaba a todos los rincones, la mano del señor ejercía la autoridad en los señoríos. Quevedo adquirió esos derechos cuando la Villa no pudo hacer frente a sus deudas, para entendernos, a los préstamos que había ido pidiendo y acumulando año tras año. Lo de vender lugares se había venido incrementando, sobre todo desde que Felipe II resolvió sus apuros financieros para combatir en todos los frentes del universo conocido, contra herejes, infieles y otros desalmados: a partir de San Quintín España se puso en venta. Protestaron todos, claro que protestaron, hasta el Gobernador del arzobispado de Toledo, Busto de Villegas, un poderoso, difundió una carta, que se copió y leyó por todos lados. Pero las deudas eran cada vez más grandes y lo que se podía vender cada vez más reducido. Se vendió el señorío de La Torre de Juan Abad y Quevedo, que había heredado las acciones ("juros" y "censos") que había comprado su madre, adquirió el señorío. Desde entonces viajó con frecuencia entre Madrid y La Torre: era un viaje largo y fatigoso, sobre el que acababa de escribir una curiosa novela ese soldado extraño que escribía tan bien, Miguel de Cervantes.
No sé muy bien lo que le atrajo tanto luego a Quevedo, si el poner lo de "Señor" en sus obras; si la proximidad con algunos nobles cercanos (el Marqués de Santa Cruz, por ejemplo), "en sus tierras"; si cultivar ciruelas; o si fue sentirse reyezuelo en aquel lugar, que en invierno parecía el fin del mundo; pero lo cierto es que no dejó de frecuentarlo y de darle problemas: los lugareños eran poco dóciles, le engañaban, se peleaban, escondían las cosechas, ocultaban los beneficios, se morían de hambre...  con tantos problemas Quevedo hubo de enredarse en pleitos, tantos pleitos que los dejó en herencia a sus descendientes. Y ejerció el señorío.  Se lo quitaron cuando en 1639 le encerró en San Marcos de León el conde Duque de Olivares; y lo recuperó cuando salió libre en 1643. Volvió a Madrid y unos meses después hizo el último viaje a La Torre, a donde llegó destrozado por el cansancio, la vejez, la prisión y el desengaño. Unos meses más tarde, en La Torre de Juan Abad se sintió morir, le llevaron al convento de los dominicos de Villanueva de los Infantes, donde había "botica". Murió en setiembre de 1645.
Ayer La Torre de Juan Abad votó un alcalde socialista.


2 comentarios:

  1. Gracias por visitarnos asiduamente y por seguir interesándose por La Torre de Juan Abad. Espero que muchos de sus lectores vengan a conocer la magnifica Casa-Museo de Quevedo, a escuchar la celestial música de nuestro Órgano Histórico y pasear por el increíble paisaje que inspiró las salidas de Don Quijote.

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  2. La condición de señor era imprescindible para poder acceder a un título de Castilla. ¿Fue quizás aspiración de Quevedo en algún momento?.

    Creo que la condición de señor de vasallos no suponía necesariamente la nobleza aunque los que tenían esta condición serían normalmente hidalgos.

    Un medio frecuente, en el reinado de Felipe III, fue la previa adquisición de las alcabalas. Además con la imposibilidad de pagar los encabezamientos y los réditos de los censos muchos lugares perdieron su condición realenga.

    Es una entrada de gran interés para los que estudiamos el XVII español.

    Saludos.

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