Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 20 de abril de 2011

La espada y la cruz de Quevedo

Tapiz en el Retiro de flores caídas de los castaños
Hoy por la mañana, miércoles santo, he aprovechado la tranquilidad de un Madrid que se vacía –ahora llega una tormenta, casi de verano– para buscar en el AHPM (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid) la espada y la cruz de Quevedo. Lo explicaré, lo explicaré, aunque lo de buscar la cruz ahora, en la semana de pasión, parece natural.

AHPM
Para llegar al AHPM he de atravesar el parque del Retiro, ya que se encuentra detrás del Museo del Prado y cerca de la RAE, en el barrio de los Jerónimos. Estaba el Retiro solitario, primaveral, plagado de jardineros que debían de estar aprovechando las vacaciones y que es día laboral para rehacer caminos,, plantar césped, abonar, recortar setos.... No había casi césped, pero las flores de los castaños se encargaban de alfombrar el parque. Cuidaban sobremanera una de las zonas de robledos, el robledal donde está, precisamente el roble de las penas; pasé por allí, sonreí a los jardineros y acaricié con la mirada al roble.


El AHPM, aun con estas circunstancias que dije, tenía su público, vamos, que había unas diez personas, lo que para este país es bastante.
En mi cartera lleva lo de la espada y la cruz, pero claro, otros temas andan coleando por ahí cuando voy hojeando mamotretos –nunca mejor dicho–; de manera que he ido despreciando la boda y la muerte de Jáuregui, retablos y pinturas, la extraña localización de Salas Barbadillo, un tesoro de documentos de Margarita de Espinosa –casada con Juan de Santoyo, los avatares de los Isasi (secretarios de los austrias), los contratos de Juan de Ávila para publicar el "Audi, filia" (se lo tengo que decir a Julio, que sobre él hace la tesis), los documentos de los argensolas, incluso los documentos cervantinos, los de su hija, que creo recordar que se conocen, desde luego.... despreciaba todo, pero iba más despacio cuando asomaban Villamediana, Quevedo, Luisa de Carvajal, Leopoldo Jerónimo Puig, Alonso Cano, Herrera Barnuevo.

El roble de las penas, recibiendo mimos
Cuando Quevedo vuelve de Italia –un poco a contrapelo, por desavenencias con el antipático duque de Uceda–, lo hace con los bolsillos llenos: es sintomático lo que compra y en lo que invierte. Es entonces, por ejemplo cuando compra las casas en la calle de Cantarranas y cuando se hace con  el señorío de La Torre de Juan Abad. Adquiere también joyas y bienes –supongo que libros– y entre las joyas, la famosa venera de Santiago y, esa es mi primera búsqueda, un crucifijo de ébano y marfil, que está en su testamento, y que parece ser que hoy mantiene alguno de sus descendientes. También invierte en armas, es decir, en armas de calidad y lujo, como era usual. Consta también en el testamento de Quevedo la calidad de su armería particular.
La flor del castaño
En tanto que buscaba lo uno y lo otro –tenía pistas, claro– me salían constantemente al paso bastantes, pero bastantes, documentos sobre Juan de Tassis, el Conde de Villamediana, las más de las veces deudas por joyas, caballos, jaeces.... Los gastos del Conde son, a todas luces, exagerados, descontrolados, y habían empezado antes de la muerte del padre (1607), en Valladolid. Claro, que uno de los más llamativos es la obligación que emite a un cerero para pagar una enorme cantidad de dinero por la cera.... que en su mayor parte se había empleado en los funerales de su padre. Creo que el centenar de documentos del Conde podría ser más que suficiente para rehacer su biografía.



Por cierto y para terminar: he encontrado las dos cosas que buscaba, e irán en entradilla independiente. Las armas –espada, sobre todo– que encargó. Y la cruz, o al menos una cruz que se describe como de esas características, en un curioso documento de 1616. Lo reproduciré en breve.
Al volver, me pasé por donde está el fresno de olor: y estaba en flor.

Fresno de olor

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