Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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viernes, 8 de abril de 2011

Fotografías de conocidos de Quevedo en Nápoles





















Dentro de unos días viajaré a Nápoles y, desde allí, intentaré llegar a algunas ciudades del sur (Brindis, Bari, Ostundi....) e incluso intentaré coger algún barco a Malta, para atar cabos sueltos sobre la actividad de Quevedo (161-1619) al servicio del III Duque de Osuna. Por eso me ha interesado mucho la exposición temporal del Prado sobre el joven Ribera (1591-1652), ya que recoge parte de la obra del valenciano durante su estancia en Nápoles. 


Los que se han interesado críticamente por el pintor (Pierre Rosenberg, José Milicua, Spinosa... ) se llenaron hace tiempo de preguntas que siguen sin contestarse con precisión, lo que es normal en la recreación de la historia. El Ribera de Pérez Sánchez y Spinosa (Madrid: Museo del Prado, 1992) contiene tanta información como sugerencias para seguir indagando, lo que en mi caso significa conocer sus relaciones con el escritor y el Virrey, y reconstruir a través de su obra algo más de aquel comprometido virreinato que no sea la enemiga contra venecianos.

Una de las cosas que me llamó la atención en la exposición es que los cuadros que proceden de la Colegiata de Osuna –se han traído tres– constan, dice el cataloguillo, ya en Osuna en 1627, en efecto, porque fueron donación anterior del Duque; esto es: se los trajo el Duque (+1625).  Si el Duque se trajo pinturas, el barco y la comitiva que lo devolvió a Madrid muy lentamente (eso cuentan los documentos de la época, quizá para hacer rabiar a sus sustituto, un Borja), vendría cargado con lo más preciado de sus pertenencias. Yo creo que ahí vendría también el cuadro que le hizo Guido Boloñés, al que Quevedo dedica un soneto, que no ha aparecido. Y vendrían los cajones de papeles y documentos que le iban a inculpar en el pleito de Chumacero (se llama así, por el fiscal), de lo que se queja amargamente Quevedo, de que sus criados se hubieran preocupado por conservar toda una documentación peligrosa, con alusión a sobornos y corruptelas varias, normales en la época, como hoy. Pero en la época todo eso era el "sueldo" de los servidores del rey, de la monarquía.

He reproducido algunos de los cuadros de Ribera –de su estancia en Nápoles, en los años que coincide con Quevedo, hay pocos–; de todas las épocas los más, para recrear un contexto humano muy curioso, dada la precisión, el esplendor, de los rostros en Ribera; y para que salgan sugerencias. En Nápoles haré un recorrido por la ciudad con la imaginación puesta detrás de los quevedos del escritor  –ya lo hice, varias veces, pero entonces me preocupaba más la documentación de archivos y bibliotecas que el conjunto artístico. Y si puedo, en el viaje a Malta, imaginaré sobre el terreno los escenarios de una de las obras más internacionales de Quevedo, Lince de Italia. Espero poder visitar esta vez, además del Palacio Real,  la Cartuja de San Martino.... Por cierto Malta tiene una excelente Biblioteca Nacional.

¿Y qué? Se dirá. Pues la inmensa galería de personajes que aparecen bajo las etiquetas de San Jerónimo, San Sebastián, San Antonio, vírgenes y magdalenas, heráclitos y demócritos.... ¿no serán los tipos humanos que todos ellos conocieron y trataron en Nápoles?

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