Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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domingo, 27 de febrero de 2011

Estar

Estar es lo que le gustaba a Nani. El mejor estar era el que conseguía no ser más que eso, estar. Recuerda con fruición los estares en algunos sitios sorprendentemente adecuados para ese no más que: la plazuela de san Ildefonso en Madrid, una mañana invernal de sol, mirando a los grupos de jóvenes que compartían pizzas y porros, sentados en el suelo alrededor de una conversación perdida; a la sombra del roble de las penas, en el Retiro, cuando ya se buscan las penumbras de junio; la ventana de su casa que da a los desconchados de la fachada de enfrente; la salida tumultuosa del colegio de la esquina que esparce niños por todos los alrededores.... Y luego aquellos estares algo más sofisticados y elegantes, pero que al fin y al cabo no eran nada más que eso: en la hierba de la plaza de los Vosgues, en el Marais; en el banco que mira cómo se va el Charles hacia el atlántico; en el muelle de Palermo, mirando el ajetreo del puerto sin verlo; aquel lejano y sencillísimo estar playero mirando al Grand-Be, imaginando las tristezas de Senancour, y la vejez de Chateaubriand... La quietud y la serenidad llegaban por un descenso a la armonía con las circunstancias, y quizá –ay, que este quizá es problemático– porque el descenso casi siempre repelía cualquier tipo de acompañamiento. Entre las circunstancias que se atemperaban parece ser que era conveniente la de una cierta dosis de soledad, porque de otra manera se entraba en contacto con el universo del otro, y se entraba en fase distinta, no sé si mejor ni peor, pero sí distinta: el otro tenía sus estares y representaba un universo en buena medida desconocido, un engranaje infinitamente más complicado, por le general un revulsivo del estar al que me estoy refiriendo.
De manera que cuando alzó los ojos desde su apacible estar y vio aquellos otros oscuros que se habían dejado caer en los suyos como quien no quiere la cosa, adivinó que aquella presencia estaba, a su vez, saliendo de algún pozo de quietud y entraba en fase de perturbación, de ligera perturbación.
Supo que podía obrar de modos muy distintos: volver al estar distante y secreto, lo que era un escorzo ligeramente falso, porque la perturbación ya se había iniciado en algún lugar donde se cruzaron luces; alimentar la perturbación con cualquier sencillo gesto –bastaba un mohín, un movimiento imperceptible, un cambio de postura....– para crear un campo nuevo en el que sabe dios lo que iba a pasar; salir decididamente de aquella fase previa de estar –ya volvería a ella– y entrar a saco en aquellas otras circunstancias, con desparpajo, incluso agresivamente. No saber nada y no hacer ni decir nada.
Nani se dio cuenta perfectamente que en el quicio de esa conducta se fundamentaba  buena parte de lo que se suele etiquetar como “social”, y durante unos breves segundos exhumó de su memoria recuerdos, historias, experiencias  que se habían resuelto por circunstancias semejantes a esta. Y también recibió información precisa y rápida de que los estares a los que a veces llegaba, los que constituían oasis y logros de su vida, se alimentaban, y eran casi vitualla exclusiva, de aquellas otras perturbaciones, aceptadas, rechazadas, vividas, combatidas, buscadas y sus etcéteras. Que nada se podía serenar si antes no se alcanzaba la pasión.
Se volvió, miró a fondo aquellos ojos y sonrió con dulzura.

[Denis Antonio]

2 comentarios:

  1. Al que le guste "estar" que se haga anacoreta! Al que le guste vivir que se quede por aquí.

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  2. La foto es perfecta para los que sólo les gusta "estar", y no "ser"...Menudo regalo les hace la muerte.

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