Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 24 de febrero de 2011

Desconchados en la pared de enfrente

Todo estaba pasando en el cuadro de la ventana, un azul de invierno por arriba y un ocre irregular de la fachada de la casa de enfrente. Era el lugar de pensar y de recordar, casi siempre todo junto, sin muchas posibilidades de llegar a deslindar limpiamente lo uno de lo otro.
Todo empezó cuando Carol se rió mientras comíamos y, al acompañar su risa infantil con la mía, comentó “¿Te acuerdas cómo se reía Nani?”. Al rato, solo con algunos extraños restos de risa, me volví y pregunté: “¿Y quién es Nani?”.  Tardé en comprender que a la  niña se le había escapado algo que yo no hubiera debido saber: habían estado viendo una peli de dibujos animados con alguien que así se llamaba, Nani. Dada la mirada rápida de mi pareja y todo lo que fue sucediendo después no hicieron falta muchas más explicaciones. Apenas unas semanas más tarde, cuando ya se había ido de casa, Nani tenía un cepillo de dientes azul –nuevo comentario de Carol– y un pijama con dibujos extraños. 
Las paredes de la fachada en la casa de enfrente estaban bastante desconchadas y no me dejaban descansar la vista: hubiera necesitado cierta limpieza, cierta lisura, apaciguamiento que viniera de algún lado probablemente. Creo que no llegué a entender nada de nada, solo que entonces sí que se me embotó el modo de pensar y sí que vinieron oleadas incontrolables de sentimientos, recuerdos, reflexiones.... que nunca pude reconvertir en situación pensada, es decir, situación controlada al menos por el animal racional. Me entregué a los vendavales y durante unos meses, quizá durante más, un par de años –se trata de un proceso irregular– me fui convirtiendo en, en.... en algo así como aquella pared desconchada, con sus irregularidades, sus cambios de luz, sus quebraduras, sus si se cae o no se cae. Al fin logré la serenidad mediante un curioso escorzo –un subterfugio, que diría mi amigo el poeta– que consistió en dotar a la inestabilidad y al vendaval de estatus regular, es decir, que eso era lo razonable, lo establecido, lo real,  con lo que había que convivir, etc. Vivir en los desconchados. Lo  otro era lo falso. Pero ¿qué era lo otro? Lo otro probablemente era la vida falsa que hasta la risa y el comentario de marras había llevado.


[Denis Antonio]

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