Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 19 de octubre de 2010

Ciclos y legumbres

Mientras Vladmimir von  Pachmann interpreta el nocturno op. 9, nº 2 de Chopin, recojo la compra y voy guardando cada cosa en su lugar: le viene bien a la condición humana esta mezcla, es mi teoría, que se regocija con sucesos y actividades que le recuerdan su extraña, sabrosa, incierta complejidad. Esta tarde, que se está quedando corta ya, por la entrada del otoño, tengo tres tareas que me dan vueltas en la cabeza y me enamoran el futuro inmediato: voy a leer un artículo que me ha enviado un profe al que admiro –Ramón Santiago–, porque sé que me va a enseñar; voy a cocinar las primeras legumbres de la temporada, que serán lentejas, para no entrar bruscamente con alubias o garbanzos. Sean lentejas. Y voy a intentar poner en este mismo cuaderno el siguiente de los poetas españoles actuales, Javier Yagüe, a quien, por lo demás, someto a chantaje emocional para que me consienta mostrar la delicia de su versión de Montaigne a través de algún ejemplo, ilustrado con fotos actuales del lugar desde donde Montaigne pensaba. Las tareas que la tradicion califica como filológicas, quizá intelectuales, tendrán su comentario, que no todo el mundo soporta. Pero, ¿quién no se ha tomado un buen plato de lentejas cuando el tiempo llega? El pan de Negrín.
En estos momentos ha saltado Rocío Jurado en el Genius de mi Mac, al que he permitido reproducción aleatoria; no hay que asustarse, canta con la sinfónica (¿de....?, era una orquesta norteamericana) la pantomina de la Danza del juego del Amor del El Amor Brujo de Falla, todos dirigidos por Jesús López Cobos. "Ojalá no lo hubiera compuesto nunca", replicaba Falla cuando le encomiaban la sensualidad de esa música; y se vestía de negro. La veta maravillosa de aquella mujer, Rocío Jurado, por cuyos pechos se condenó –sin duda– el Caudillo, ¡con qué vozarrón rasgado corona las campanas! Era lo apropiado: nunca encontré nadie que recitara mejor los romances de Lorca que mis alumnos adolescentes de Cogollos-Vega, pueblecito en la Sierra de Elvira de Granada.
Vuelvo al ciclo de las legumbres.
Son de cuando ahora; de cuando las casas empiezan a quedarse frías a la caída de la tarde y hay que ponerse calcetines de lana y buscar manta para la noche. Entonces, las lentejas. Que sean nuevas. ¿Castellanas o francesas? Yo prefiero las francesas de León o las castellanas de Aragón. Empapan más las castellanas; son más refinadas y pedantes las francesas. Es curioso lo mal que suelen cocinarlas en algunas regiones, como Levante (les salen aguadas) y en buena parte de Andalucía. Obviamente yo las cocino insuperables. 
El ciclo de las legumbres acarrea otros productos. Ya andan por ahí las granadas "agridulces" (el adjetivo es de Quevedo, que las enviaba desde Jaén a Madrid al duque de Medinaceli) y han asomado los primeros agrios –variedades de mandarinas–, aunque yo sospecho que vienen de Marruecos. También me he dado cuenta de que muchos limoneros se han tenido que recuperar de los temporales que los arruinaron el año pasado, pues aparecen en bolsitas a la tercera parte del precio al que habían llegado (habían llegado hasta los cinco euros el kilo; vuelven ahora al euro y medio, precio más católico).
Las lentejas, las lentejas. Es fundamental no empeñarse en complicar las cosas. Cabeza de ajo, zanahoria abundante, un puerro, una patata (para que espese la salsa) y el aceite de oliva con la cebolla rehogada y media cucharadita de pimentón para el final. Ya las hago sin sacramento, ahora las llaman vegetarianas; sin sacramento: el sabor es más puro, más suave y son uno de los platos más exquisitos que conozco.
Se ha puesto a sonar una sonata para violín de Kodaly. Hago trampa y busco el quinteto de Shostakovich (opus 57), que me tiene acorralado; en cuanto termine le digo al Spotify que me dé una vuelta por la invasión de reediciones de Billy Holliday, que puede que tenga que ver con el retroceso en las encuestas de Obama.
Por cierto, ¡Viva Francia!
Las lentejas.

6 comentarios:

  1. Cuenta con ello, Pablo, tu chantaje me puede. Y no olvides una hojita de laurel. Yo recuerdo unas lentejas alucinantes en la India. Vive la France malgré tout!

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  2. Pero Pablo; comerse contigo un plato de lentejas es toda una experiencia cultural!
    Creo que mañana alguien en esta casa tiene que hacer lentejas; aunque sea la gata!
    Gracias por la receta. Qué bien te ha quedado.
    Besiñes...Pero no te metas con las lentejas andaluzas...Jo, hasta se les pone morcilla si te descuidas.

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  3. Ya me ha confirmado Javier lo que quería, ahora me tiene que enviar las fotos...
    Si, lo malo, Estrella, es que en Andalucía agobian un poco a las lentejas con revoltijos de cerdo variados. No sé. Creo que la sencillez de la cocina tradicional es sabia.

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  4. ¿Por qué viva Francia? Los franceses son una calamidad cocinando lentejas. Lentejas viudas y sosas sin salsa (¡es agua!) ni salero. (Escribo aún con los ojos llorosos de las lacrimógenas cuyo humo se me coló por la ventana de clase mientras el Infante Luis Antonio hacía solitarios y la condesita de Chinchón nos miraba...)

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  5. De pequeña cogí un trauma con las lentejas, por culpa de las precocinadas que hacían en el comedor de mi colegio... Y desde entonces nunca, jamás, he sido capaz de comerme unas. De hecho, no podía ni verlas, ni si quiera en puré, por más que mi madre cocine de vicio y el médico siempre me las recomendase por el tema del hierro.

    Pero el caso es que, leyendo esta entrada... ¡Se me han antojado lentejas! Increíble, pero cierto... Creo que mi madre se llevará una alegría cuando le sugiera prepararlas. ¡Y ha sido al leer esto! Lentejas, ¡tengo antojo de lentejas! ¡Yo! Caray...

    P.D: Aprovecho para dar las gracias por las indicaciones de hoy acerca de donde estaban los Servicios médicos, y la posterior amabilidad que mostrasteis conmigo Diana y tú en la cafetería... Muchas gracias, de verdad.

    (En efecto, soy la chica del mareo... Mi secretísima identidad anónima ha quedado desvelada)

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