Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 27 de agosto de 2010

En honor de los nuevos seguidores de mi cuaderno

Hoy se me han convertido en seguidores personas que no conozco; al irlas a saludar y conocer me he encontrado con los clásicos avisos de "contenido indebido", si se quiere seguir y se es mayor, etc. He seguido, naturalmente, y me he encontrado con dos o tres "cuadernos de pantalla" muy interesantes. No sé si quieren esta publicidad, o sea que no los cito directamente; pero les dedico el romance de los coloquios amorosos.


Romance de los coloquios amorosos

–Tiene tu cuerpo misterio
y me lo vas a enseñar
por arriba o por abajo
por delante o por detrás.
Así comienza el coloquio
que ahora voy a contar
con aquella moza huidiza
que me trataba tan mal.
Palabras hubo mayores
cuando le fui a abordar,
Westfalia se queda chica,
Bailén ya tiene rival,
hechos como aquel hay pocos,
sea en guerra sea en paz.
Nones me dijo al comienzo,
naranjas y redro atrás;
–…que a quien viene como tú
lo mejor es ignorar.
Amagos le hice de pena,
morritos y “Ven acá”.
Me miraba como ajeno,
no dejaba de mirar,
con tanto ir y venir
se me puso a suspirar
y se me colgó de los ojos
y hasta que quiso llorar;
llegamos a las ternuras,
yo me ablandé como un flan.

Coloquios hubo sutiles:

Yo te creo, tu dirás...
–No me mires tan torcida.
Pues no tengo otro mirar.
Las manos quietas, oye,
que luego se van al pan.
– Pan y pandero asemejan.
Y los mamporros se dan.

La cosa se fue cambiando
a mieles y cuchipán;
y al cabo de un breve rato
de “es que tú”, de “no es verdad”,
de “mira que yo te dije”,
de “no te voy a engañar”,
eso que dices es falso”,
“yo siempre digo verdad”,
“por las  buenas he venido”,
 ya me conozco el percal”,
“pues bien te estuve esperando”,
“pues yo te fui a buscar”…

Al cabo, digo, de un rato,
surgió la necesidad.
Abrió la camisa el viento,
se desató un vendaval,
tan duros como granizos,
en embestida frontal
un par de picos se vienen
en mis manos a guardar;
bajaban a tajo, lisas,
las ramblas hacia el desván,
guardado vecino a un bosque
donde nunca pude entrar.
Todo se fue complicando,
es difícil de contar:

­– Iré con mucho cuidado…
– No voy a dejarte más…
– Si me vuelves a morder
de matarte soy capaz.
–Mátame con cuidadito…
–¡Ahí no se puede apretar!
– Ese dedo tuyo que hurga,
¿qué es lo que quiere encontrar?
– Me tienes por otro lado
buscando dónde aparcar.
– Tú date la vuelta ahora
para volver a empezar...
–Recuerda, ahora, recuerda
que soy un intelectual.
– Eso es lo que más me pone,
es lo que me gusta más.
– Lo que tienes en la boca
no te lo puedes tragar.
– ¿Un intelectual salido
o solo un intelectual?
– No me distraigas, ahora,
me tengo que concentrar...
– Pues si no quieres que te hable
no te me pongas a hablar;
mira que no llevas nada…
– Ahora no puedo parar…

Acabó luego la escena,
nos volvimos a enfadar,
por yo no sé qué pretexto
inventado o contumaz.
Adiós, me dijo exultante,
ya no quiero verte más,
vete por donde has venido.
Adios, y no me verás
ha sido un error todo esto,
jamás se repetirá.

Mañana iré a buscarla
para tratar de la paz.




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