Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

martes, 31 de agosto de 2010

Courtney Colongue y el surf de Pantín


He optado por partir una de las páginas anteriores de mi “cuaderno” en dos, pues el sistema –me parece– no me permitía colgar una información cumplida de las jornadas de surf en Pantín, que a mí me hubiera gustado acompañar y comparar con los días en los que estas playas vírgenes, como es la de Pantín, se mantienen casi desiertas, con el centenar de fieles que allí cumplen su verano. De manera que dejaré la vieja entrada con las distintas fotografías de la playa, que además no he visto en la red (las que hay son viejas y bastante malas). Solo en el bar que se asienta, discretamente –dos plantas– detrás, cuando se inicia el camino de rieles de madera que recorre la playa desde Ariño hasta un camping en el otro extremo, sin dañar el ecosistema demasiado, he visto que vendían postales que solo allí se podían adquirir.

Extraigo, en consecuencia, de aquella antigua entrada todo lo concerniente al surf, o casi todo, y además hago justicia de citar nominalmente a la ganadora, la californiana Courtney Colongue, y vuelvo a reproducir aquí el texto.
La playa virgen de Pantín –ojalá se conserve así durante mucho tiempo–, tal y como muestran varias de las fotos, se ha llenado durante la semana pasada de aficionados al surf, para celebrar la vigésimo tercera edición de “Pantin classic”, con dos competiciones, la femenina y la masculina, la última de ellas valedera para los campeonatos del mundo. No soy muy entendido en estas cuestiones, pero ya comenté en entrada anterior que me parece una diversión deportiva hermosa, de las que hacen disfrutar a quienes lo practican; lo de la competición es secundario; de hecho, me agradaba que el excelente comentarista que lanzaba hasta el mar normas, puntuaciones y aclaraciones en todos los idiomas (inglés, español, francés, portugués...), de vez en cuando, de pasada, no dejara de comentar cosas como “se le ve que está disfrutando”, “parece que no le importa más que volar con la ola y no tanto la clasificación”, etc. 

Yo seguí mi ritmo habitual de playa –breve y sencillo, normalmente al atardecer, que es cuando el sol consigue limpiar las nubes, cuando lo consigue–, y seguí un poco lo que pasaba en un par de momentos: era algo así como cuartos de final de la competición femenina y la surfista a la que vi casi todas las actuaciones y de la que obtuve las fotos que van abajo resultó luego ser la californiana Courtney Colongue, que venció... Incluso en un episodio anterior, cuando salió clasificada por faltas de su competidora, francesa, obtuve un par de fotos de su reacción pensativa y algo triste –en la que está sentada–, cuando me vio que le estaba sacando una foto, se levantó (es el momento de la foto mayor) sonriendo y posó con el signo de la victoria, de lo que no obtuve imagen, naturalmente, porque me acordaba de la teoría de Pablo Moíño sobre la “grandeza de la derrota”. Yo no tengo la culpa de que luego fuera la vencedora, en final con una australiana. Dos días después, en la final masculina, que coincidió con la caída de la tarde del domingo, Pantín se abarrotó y durante unas horas pareció una playa del Sur o de Levante. Fue solo una pesadilla. Por cierto la final fue entre un brasileño y un neocelandés, que fue quien ganó, porque la mar de Pantín anduvo remolona con las olas, mansa y algo huraña, seguramente añoraba las largas tardes de finales de julio con el arenal casi desierto. Ofrezco una batería de imágenes, porque además he visto que se conservan pocas de Pantín, playa de belleza peculiar.














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